viernes, 21 de febrero de 2014
lunes, 17 de febrero de 2014
Oscar campeon sin corona
Oscar Arnal, un monarca sin corona
Oscar Arnal, destacado boxeador venezolano, como amateur fue campeón nacional pluma VICENTE CORREALE
JESÚS COVA | 17/02/14 (12:00 AM)
Un golpe fulminante al corazón acabó el pasado martes 11 con uno de los mejores atletas que en cualquier tiempo haya calzado en Venezuela unos guantes de boxeo. Quizás hoy su nombre diga poco o nada a los aficionados que llegaron al boxeo en estos últimos 20 años, por la vía de los medios impresos, de la TV o de ambos, y es en especial para ellos a quienes dirijo ahora esta nota que es un merecido tributo a Oscar Arnal. (U Óscar, si desean acentuar su nombre).
Él venció a dos campeones del mundo, uno de ellos, el panameño Eusebio "El Alacrán" Pedroza, un inmortal del boxeo y el soberano del peso pluma con mayor número de defensas (20) en la historia de la división. Y sin embargo el caraqueño de La Vega, Oscar Arnal, jamás pudo sentarse en un trono por diversas adversas circunstancias.
Hace cinco días un numeroso grupo de decenas de sus amigos y de sus colegas exboxeadores - los excampeones mundiales Fulgencio Obelmejías, José Kiki Rojas, Rafael Pantoño Oronó, Antonio Cermeño y el cumanés Nelson Calzadilla, entre varios más, formaron parte del cortejo fúnebre que acompañó a Oscar (60) hasta su morada final.
Verdugo de campeones
Debo decir en este momento que si a alguien se le ocurriera pedirme que le diera a Arnal un sitio en un hipotético ranking de todos los tiempos en nuestro país, afirmaría absolutamente convencido que él no puede ser ubicado más allá de los 15 mejores. Porque cuando estuvo en plenitud física, a los 20-23 años de edad, era una cuasi perfecta máquina de boxear: pegaba duramente con el upper, el recto, el gancho...; se movía con felina y singular habilidad en el centro del ring y en las cuerdas; era implacablemente efectivo tanto en el ataque como en el contragolpeo. Y su mandíbula era de granito.
Cuando colgó los instrumentos de trabajo en el ring (la trusa y los guantes), en una carrera que se extendió desde el año 74 hasta el 83, quedaban en su registro personal profesional 24 victorias por la vía que no admite discusión (el KO), cuatro a los puntos y apenas dos caídas, ambas por nocaut técnico y ambas también por problemas físicos previos, ante Iván Montalvo y Ricardo Piñeiro, respectivamente, la primera por dislocación de un hombro cuando se desarrollaba el primer round y la otra como la consecuencia de un accidente sufrido mientras entrenaba (tropezó con las ramas de un árbol y estuvo inconsciente varios minutos, unos días antes del combate montado el 14/03/83 ), en lo que fue un vano intento de regresar a los primeros planos y luego de un primer retiro de unos años.
Quedaba atrás también un cetro de la Federación del Caribe de Boxeo (Fecarbox), filial del Consejo Mundial de Boxeo, logrado en 12 asaltos ante Álvaro Narváez el 18/12/82. Pero además en ese tránsito se contaban, muy en especial, sus triunfos indiscutibles sobre dos púgiles que a la postre llegarían a ser campeones del mundo. A uno de ellos, el colombiano Ricardo Cardona -fue rey supergallo AMB- lo batió por las tarjetas en 12 tramos. Al otro, el a posteriori famoso e imbatible Eusebio Pedroza, lo apaleó en seis asaltos y con fractura del maxilar inferior, el 11 de julio de 1976.
El istmeño había llegado a Caracas unos pocos meses después de haber sido noqueado en México por Alfonzo Zamora, para medirse a Oscar a quien se suponía un rival de menor peligro que el azteca. Luego de tres peleas de su descalabro ante el venezolano, Pedroza doblegó en abril del 78 al español Cecilio Lastra en pelea por la faja de las 126 libras efectuada en el Gimnasio Nuevo Panamá. Pasarían 20 defensas exitosas del cinturón para la declinación de su reinado, frente al irlandés Barry McGuigan. Tal cantidad de defensas, entre ellas las obtenidas frente a los venezolanos Carlos Piñango y Ángel Levy Mayor, permanece en los récords como la más prolongada de campeón mundial alguno en la categoría pluma lo que, sin dudarlo confiere mayor relevancia a la victoria del criollo sobre el canaleño, desde 1999 un aristocrático y linajudo integrante del selecto Salón de la fama del Boxeo con sede en Canastota, Estados Unidos.
Dejó el ring, no al boxeo
De regreso con Oscar: en el campo aficionado en el que animó 74 peleas, fue medalla de bronce en Costa Rica, plata en el torneo Afrolatinoamericano de México 74 y oro en los CAC de Santo Domingo ese mismo año.
Otra de sus víctimas con renombre (ya apagado entonces, es cierto) en el rentado fueron el colombiano Bernardo Caraballo y el panameño Enrique Solís. El caraqueño esperó vanamente durante casi dos años una oportunidad de luchar por el cinturón mundial pluma, del que era retador oficial. Por esta o por aquella otra desafortunada razón (la historia es demasiado larga como para contarla ahora), la pelea titular jamás se concretó.
Oscar, resignado, y aún en condiciones, se fue del boxeo activo abrupta y definitivamente al perder con Piñeiro en la fecha anotada arriba en lo que fue, como dije, un inútil intento de regreso después de una inicial despedida.
Ya en el llamado reposo del guerrero nunca, sin embargo, se fue del boxeo. Por años, y casi de gratis, se dedicó a entrenar jovencitos en el gimnasio Colorao Palacios que funciona en el Brígido Iriarte de El Paraíso y de tanto en tanto colaboraba en rol de árbitro en los programas aficionados del boxeo de calle que realiza la Asociación del Distrito Capital.
Andaba en eso cuando en la madrugada del martes el corazón, el recio y valiente corazón que mostró en el cuadrilátero durante unos 15-20 años, le jugó una trastada. El miércoles sus amigos, sus muchos amigos, entre quienes me conté, le dimos el póstumo adiós.
¡Paz a los restos de Oscar Arnal, un monarca sin corona!
jesusmcova@gmail.com
Él venció a dos campeones del mundo, uno de ellos, el panameño Eusebio "El Alacrán" Pedroza, un inmortal del boxeo y el soberano del peso pluma con mayor número de defensas (20) en la historia de la división. Y sin embargo el caraqueño de La Vega, Oscar Arnal, jamás pudo sentarse en un trono por diversas adversas circunstancias.
Hace cinco días un numeroso grupo de decenas de sus amigos y de sus colegas exboxeadores - los excampeones mundiales Fulgencio Obelmejías, José Kiki Rojas, Rafael Pantoño Oronó, Antonio Cermeño y el cumanés Nelson Calzadilla, entre varios más, formaron parte del cortejo fúnebre que acompañó a Oscar (60) hasta su morada final.
Verdugo de campeones
Debo decir en este momento que si a alguien se le ocurriera pedirme que le diera a Arnal un sitio en un hipotético ranking de todos los tiempos en nuestro país, afirmaría absolutamente convencido que él no puede ser ubicado más allá de los 15 mejores. Porque cuando estuvo en plenitud física, a los 20-23 años de edad, era una cuasi perfecta máquina de boxear: pegaba duramente con el upper, el recto, el gancho...; se movía con felina y singular habilidad en el centro del ring y en las cuerdas; era implacablemente efectivo tanto en el ataque como en el contragolpeo. Y su mandíbula era de granito.
Cuando colgó los instrumentos de trabajo en el ring (la trusa y los guantes), en una carrera que se extendió desde el año 74 hasta el 83, quedaban en su registro personal profesional 24 victorias por la vía que no admite discusión (el KO), cuatro a los puntos y apenas dos caídas, ambas por nocaut técnico y ambas también por problemas físicos previos, ante Iván Montalvo y Ricardo Piñeiro, respectivamente, la primera por dislocación de un hombro cuando se desarrollaba el primer round y la otra como la consecuencia de un accidente sufrido mientras entrenaba (tropezó con las ramas de un árbol y estuvo inconsciente varios minutos, unos días antes del combate montado el 14/03/83 ), en lo que fue un vano intento de regresar a los primeros planos y luego de un primer retiro de unos años.
Quedaba atrás también un cetro de la Federación del Caribe de Boxeo (Fecarbox), filial del Consejo Mundial de Boxeo, logrado en 12 asaltos ante Álvaro Narváez el 18/12/82. Pero además en ese tránsito se contaban, muy en especial, sus triunfos indiscutibles sobre dos púgiles que a la postre llegarían a ser campeones del mundo. A uno de ellos, el colombiano Ricardo Cardona -fue rey supergallo AMB- lo batió por las tarjetas en 12 tramos. Al otro, el a posteriori famoso e imbatible Eusebio Pedroza, lo apaleó en seis asaltos y con fractura del maxilar inferior, el 11 de julio de 1976.
El istmeño había llegado a Caracas unos pocos meses después de haber sido noqueado en México por Alfonzo Zamora, para medirse a Oscar a quien se suponía un rival de menor peligro que el azteca. Luego de tres peleas de su descalabro ante el venezolano, Pedroza doblegó en abril del 78 al español Cecilio Lastra en pelea por la faja de las 126 libras efectuada en el Gimnasio Nuevo Panamá. Pasarían 20 defensas exitosas del cinturón para la declinación de su reinado, frente al irlandés Barry McGuigan. Tal cantidad de defensas, entre ellas las obtenidas frente a los venezolanos Carlos Piñango y Ángel Levy Mayor, permanece en los récords como la más prolongada de campeón mundial alguno en la categoría pluma lo que, sin dudarlo confiere mayor relevancia a la victoria del criollo sobre el canaleño, desde 1999 un aristocrático y linajudo integrante del selecto Salón de la fama del Boxeo con sede en Canastota, Estados Unidos.
Dejó el ring, no al boxeo
De regreso con Oscar: en el campo aficionado en el que animó 74 peleas, fue medalla de bronce en Costa Rica, plata en el torneo Afrolatinoamericano de México 74 y oro en los CAC de Santo Domingo ese mismo año.
Otra de sus víctimas con renombre (ya apagado entonces, es cierto) en el rentado fueron el colombiano Bernardo Caraballo y el panameño Enrique Solís. El caraqueño esperó vanamente durante casi dos años una oportunidad de luchar por el cinturón mundial pluma, del que era retador oficial. Por esta o por aquella otra desafortunada razón (la historia es demasiado larga como para contarla ahora), la pelea titular jamás se concretó.
Oscar, resignado, y aún en condiciones, se fue del boxeo activo abrupta y definitivamente al perder con Piñeiro en la fecha anotada arriba en lo que fue, como dije, un inútil intento de regreso después de una inicial despedida.
Ya en el llamado reposo del guerrero nunca, sin embargo, se fue del boxeo. Por años, y casi de gratis, se dedicó a entrenar jovencitos en el gimnasio Colorao Palacios que funciona en el Brígido Iriarte de El Paraíso y de tanto en tanto colaboraba en rol de árbitro en los programas aficionados del boxeo de calle que realiza la Asociación del Distrito Capital.
Andaba en eso cuando en la madrugada del martes el corazón, el recio y valiente corazón que mostró en el cuadrilátero durante unos 15-20 años, le jugó una trastada. El miércoles sus amigos, sus muchos amigos, entre quienes me conté, le dimos el póstumo adiós.
¡Paz a los restos de Oscar Arnal, un monarca sin corona!
jesusmcova@gmail.com
Osacar Arnal
Fallece boxeador Venezolano Óscar Arnal
Primicias24.com-(NP Jimmy Lopez)- El último round de Óscar Arnal llegó en el silencio de una madrugada.No fue en la oscuridad de un callejón en una pelea callejera, en el abismo de una aguja incrustada en sus venas, en los delirios de alguna borrachera, típicos escenarios con los cuales se asocia a los boxeadores. Literalmente, fue la única derrota por la vía del sueño en su vida: un infarto le trajo el último conteo, le arrancó sus guantes, sangre y aliento mientras dormía.
No fue un púgil moldeado bajo los estereotipos de quienes practican esta profesión, ninguna agresividad destilaba en sus acciones, ningún atropello afilaba sus palabras; su voz ronca, usualmente bajita, balanceaba humildades; profundamente respetuoso, tendía la mano apenas ver cercanías.
Con esa humildad, Óscar Arnal fue protagonista de una historia tal vez única en cualquier disciplina deportiva: en plenitud de sus condiciones físicas y mentales, teniendo prácticamente el mundo a sus pies con una pelea más, aquella en la cual se le daba como seguro ganador del título mundial pluma, optó por retirarse, así, sin dar mayores explicaciones.
“Estaba lista la pelea contra Danny ‘Coloradito’ López, para efectuarse poco después, pero me dijo que no estaba entrenando, por razones que ya no importan. Luego López perdió la corona con Salvador Sánchez”, relata Diógenes Carrillo, periodista y entonces mentor de Arnal.
“Tenía todo para ser campeón mundial”, sostiene Diógenes Carrillo, a quien Manuel Arnal, tío de Óscar, se lo entregó “junto a Reyes (también su tío). Nunca dejó de ser amable, respetuoso, era como un hijo más para mí”, suelta con inflexiones nostálgicas el periodista. Lo habíamos visto en varias peleas. Con Antonio Gómez como principal referente de los pesos plumas en nuestro país hasta entonces, Óscar Arnal tenía las herramientas para colocar el listón mucho más alto, esgrima y pegada, pasaba golpes, conectaba (sabía dónde hacerlo) con contundencia. Al bajar de los ensogados declaraba pausado, sin atropellamientos, rompiendo esquemas entre los boxeadores.
“No tengo dudas de que iba a ganarle por cualquier vía al ‘Coloradito’ López para coronarse campeón mundial y es verdad que después llegó (el mexicano) Salvador Sánchez, pero a ese también se lo ganaba”, afirma Simón Piña, periodista reconocido como uno de los más versados en la fuente pugilística en nuestro país.
Arnal, pese a nunca haber disputado el título mundial, por las razones que tuviera en su momento, dejó huellas, incluso en la carrera de quien fuera luego uno de los más grandes campeones de la división pluma, el panameño Eusebio Pedroza, a quien el 11 de julio del 76 le destrozó la mandíbula en apenas 6 asaltos de combate. El itsmeño luego se coronaría e impondría un récord en su división de 20 defensas.
“Era un fuera de serie, lo tenía todo. Iba a ser uno de los más grandes”, atiza ahora desde sus remembranzas Simón Piña, quien no hace mucho estuvo conversando con Óscar sobre su medalla de oro lograda en el Centroamericano y del Caribe de México 74.
A sus casi 61 años (los cumpliría el 15 de agosto), Oscar Arnal no sólo se dedicaba a la formación de las nuevas generaciones de púgiles del Distrito Capital, también cuidaba su forma física. “Todas las mañanas corría en las Terrazas de La Vega”, cuenta Luis Martín, otro periodista deportivo.
Semanas atrás, cruzamos los que serían, sin imaginarlo, nuestros últimos saludos, irónicamente en el mismo sector donde más de treinta años atrás, nos atrevimos a dirigirle la palabra por vez inicial para hacerle la que sería una de nuestras primeras entrevistas, en La Veguita. “Mosca, eso puede ser la tensión”, nos advirtió con su afable sonrisa, ante un comentario sobre nuestra visión.
Reposando en sus bolsillos, estaban unos registros impecables como profesional: 30 victorias, 24 de ellas por nockout y 2 derrotas, ocurridas luego de su fallido regreso tras el retiro prematuro, invicto, a las puertas del combate ante el ‘Coloradito’ López, que aún sin darse, lo consagra en la memoria boxística del país, pese al silencio de los medios en esta hora de su partida.
“Es verdad, su vida es digna de una película. Inexplicable que alguien en plenitud de condiciones haya renunciado a combatir por un título mundial que tenía prácticamente seguro. Debe ser un caso único en la historia del boxeo”, coincide ahora con nosotros Simón Piña.
El último asalto de Oscar Arnal llegó exactamente como era él, silencioso, humilde, sin campanazos, sin bullicios. Tal vez Rodolfo Santana, donde quiera que se encuentre, lo tome de la mano y le pida algunos detalles para reescribir su maravillosa obra, Fin de Round.
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