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Primicias24.com-(NP Jimmy Lopez)- El último round de Óscar Arnal llegó en el silencio de una madrugada.No fue en la oscuridad de un callejón en una pelea callejera, en el abismo de una aguja incrustada en sus venas, en los delirios de alguna borrachera, típicos escenarios con los cuales se asocia a los boxeadores. Literalmente, fue la única derrota por la vía del sueño en su vida: un infarto le trajo el último conteo, le arrancó sus guantes, sangre y aliento mientras dormía.
No fue un púgil moldeado bajo los estereotipos de quienes practican esta profesión, ninguna agresividad destilaba en sus acciones, ningún atropello afilaba sus palabras; su voz ronca, usualmente bajita, balanceaba humildades; profundamente respetuoso, tendía la mano apenas ver cercanías.
 Con esa humildad, Óscar Arnal fue protagonista de una historia tal vez única en cualquier disciplina deportiva: en plenitud de sus condiciones físicas y mentales, teniendo prácticamente el mundo a sus pies con una pelea más, aquella en la cual se le daba como seguro ganador del título mundial pluma, optó por retirarse, así, sin dar mayores explicaciones.
 “Estaba lista la pelea contra Danny ‘Coloradito’ López, para efectuarse poco después, pero me dijo que no estaba entrenando, por razones que ya no importan. Luego López perdió la corona con Salvador Sánchez”, relata Diógenes Carrillo, periodista y entonces mentor de Arnal.
“Tenía todo para ser campeón mundial”, sostiene Diógenes Carrillo, a quien Manuel Arnal, tío de Óscar, se lo entregó “junto a Reyes (también su tío). Nunca dejó de ser amable, respetuoso, era como un hijo más para mí”, suelta con inflexiones nostálgicas el periodista. Lo habíamos visto en varias peleas. Con Antonio Gómez como principal referente de los pesos plumas en nuestro país hasta entonces, Óscar Arnal tenía las herramientas para colocar el listón mucho más alto, esgrima y pegada, pasaba golpes, conectaba (sabía dónde hacerlo) con contundencia. Al bajar de los ensogados declaraba pausado, sin atropellamientos, rompiendo esquemas entre los boxeadores.
“No tengo dudas de que iba a ganarle por cualquier vía al ‘Coloradito’ López para coronarse campeón mundial y es verdad que después llegó (el mexicano) Salvador Sánchez, pero a ese también se lo ganaba”, afirma Simón Piña, periodista reconocido como uno de los más versados en la fuente pugilística en nuestro país.
Arnal, pese a nunca haber disputado el título mundial, por las razones que tuviera en su momento, dejó huellas, incluso en la carrera de quien fuera luego uno de los más grandes campeones de la división pluma, el panameño Eusebio Pedroza, a quien el 11 de julio del 76 le destrozó la mandíbula en apenas 6 asaltos de combate. El itsmeño luego se coronaría e impondría un récord en su división de 20 defensas.
“Era un fuera de serie, lo tenía todo. Iba a ser uno de los más grandes”, atiza ahora desde sus remembranzas Simón Piña, quien no hace mucho estuvo conversando con Óscar sobre su medalla de oro lograda en el Centroamericano y del Caribe de México 74.
A sus casi 61 años (los cumpliría el 15 de agosto), Oscar Arnal no sólo se dedicaba a la formación de las nuevas generaciones de púgiles del Distrito Capital, también cuidaba su forma física. “Todas las mañanas corría en las Terrazas de La Vega”, cuenta Luis Martín, otro periodista deportivo.
Semanas atrás, cruzamos los que serían, sin imaginarlo, nuestros últimos saludos, irónicamente en el mismo sector donde más de treinta años atrás, nos atrevimos a dirigirle la palabra por vez inicial para hacerle la que sería una de nuestras primeras entrevistas, en La Veguita. “Mosca, eso puede ser la tensión”, nos advirtió con su afable sonrisa, ante un comentario sobre nuestra visión.
Reposando en sus bolsillos, estaban unos registros impecables como profesional: 30 victorias, 24 de ellas por nockout y 2 derrotas, ocurridas luego de su fallido regreso tras el retiro prematuro, invicto, a las puertas del combate ante el ‘Coloradito’ López, que aún sin darse, lo consagra en la memoria boxística del país, pese al silencio de los medios en esta hora de su partida.
“Es verdad, su vida es digna de una película. Inexplicable que alguien en plenitud de condiciones haya renunciado a combatir por un título mundial que tenía prácticamente seguro. Debe ser un caso único en la historia del boxeo”, coincide ahora con nosotros Simón Piña.
El último asalto de Oscar Arnal llegó exactamente como era él, silencioso, humilde, sin campanazos, sin bullicios. Tal vez Rodolfo Santana, donde quiera que se encuentre, lo tome de la mano y le pida algunos detalles para reescribir su maravillosa obra, Fin de Round.
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